KATHERINE PANCOL. Corría el año 2006 cuando una novela de cubierta verdosa empezó a destacar en las librerías. Un título original y un diseño divertido, a base de letras de colores, invitaba a ser leído sin dar oportunidad a la sinopsis. Directamente cruzabas la portada y te adentrabas en la vida de Joséphine, una gran protagonista… y, entonces, nada podías hacer sino seguir leyendo…
“Los ojos amarillos de los cocodrilos” transcurre en París. En un modesto piso de Courbevoie, sin dinero, sin marido, sin ganas de vivir y sin aparente valor. Joséphine tiene que sacar a sus hijas adelante, una exigente Hortense y una dulce Zoé, mientras el tejido argumental se ciñe sobre ella hasta oprimirla. Su hermana Iris ostenta una vida perfecta, en un entorno de envidias, encabezado por el veneno de su amiga Bérengère, con un marido idílico Philippe y su hijo Alexandre. Será Iris la que irá desplazando a Joséphine página a página hasta que la protagonista ocupe su lugar. Conocedora de las necesidades económicas de su hermana y de su profundo conocimiento del siglo XII, Iris le propone a Joséphine que le escriba una novela, suplantando la autoría, para afianzar la apariencia social que está perdiendo. Tener todo lo que la vida te puede dar, no será suficiente para Iris y el anhelo por conseguir más, sin esfuerzo, acaba arrebatándole todo lo que era. Además, Joséphine arrastra fantasmas del pasado. Un capítulo no superado en su infancia la condena a una relación conflictiva con su madre Henriette. Y todo en un entorno vecinal donde el secreto de Shirley y su hijo Gary avivará la chispa que la vida de Joséphine necesita.
El gran éxito de Pancol no se hizo esperar. Dos años más tarde publicaba “El vals lento de las tortugas”, con el que Joséphine nos enseñaba que la vida es un baile y hay que saber llevar el ritmo en cada momento. En esta ocasión y con el dinero obtenido del libro tras recuperar los derechos de autor, Joséphine se traslada a un piso con balcón donde poder compartir su miedo con las estrellas. Las exigencias de una insolente Hortense la llevarán hasta Avenida Raphaël, cerca de la Muette, un buen barrio parisino en el que solo se sentirá identificada con la portera Iphigénie. Recién llegada, Joséphine será sorprendida por una agresión y, sin saberlo, convivirá con los sospechosos, con sus propios agresores. Una vecindad peculiar que confiere a este segundo libro de la trilogía una trama propia de novela negra. Nuevas incorporaciones a la familia, con Du Guesclin a la cabeza, necesarias para llenar ese vacío que dejan Shirley y Hortense con su nueva vida en Londres. Asistimos a una dualidad de escenarios que enriquece sin duda la obra.
Muchas cosas importantes que destacar en esta trilogía colorista. Justificada importancia a la imagen y a la apariencia en la sociedad actual que inicia Iris, con esos paseos por las reuniones de la alta sociedad parisina y que continuará Hortense, adentrándose en el mundo de la moda. Notable en la escritura de Pancol es la forma de manifestar los sentimientos. Parece que los captura y no deja que penetren en el resto de personajes. Solo la sensibilidad de Joséphine abriga los estímulos del resto. Conforma así, Pancol, figuras con carácter. Pero, sobre todo, estamos ante una trilogía afectiva que te embriaga con las diferentes caras del amor. Las novelas persiguen máximas que apelan al trabajo y al esfuerzo, al juego limpio de la vida, a la independencia y al respeto por uno mismo.
1 comentario:
Guauuuuuuu! La trilogía en un solo post. Buena idea para los que aun no se atreven a leerla. En mi opinión merece adentrarse en el mundo de Josephine (como dices) porque LAS ARDILLAS DE CENTRAL PARK ESTAN TRISTES LOS LUNES es el mejor de los tres.
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