Rescatando el episodio de la Batalla del Bruch que enfrentó a las tropas españolas y napoleónicas el 6 de junio de 1808, el director Daniel Benmayor afronta un segundo largometraje que difiere temáticamente del juego de supervivencia planteado en su primer trabajo “Paintball” (2009).
El epicentro audiovisual que ofrece un significado a la trama de “Bruc. El desafío” descansa en la leyenda que se forjó en torno a la retirada del Ejército francés gracias a la intervención del Niño del Tambor. El joven aprovechó el eco de las Montañas de Montserrat para tocar el instrumento bajo cavidades rocosas. El efecto sonoro causado fue tal que las tropas napoleónicas se batieron en retirada creyendo que un numeroso Ejército español les esperaba. Cuando Napoleón I Bonaparte se enteró de la afrenta quiso la cabeza del responsable que había puesto de manifestado la imbatibilidad de sus hombres.
En la versión de 97 minutos que propone Daniel Benmayor, Juan es apodado Bruc (Juan José Ballesta), hijo de una familia de carboneros a quienes les gustaría enviarle a Barcelona para ingresar en el Ejército Militar por sus habilidades como cazador. Se concede al espectador escasos minutos para conocer la historia de familia así como el acercamiento de Juan a la joven Gloria (Astrid Bergès-Frisbey) antes de que los mercenarios enviados por Napoleón den con su paradero y acaben con todos sus seres queridos.
Entre estos persecutores, un caracterizado De La Mata (Santi Millán) enfila la ladera junto a Attab (Moussa Maaskri), Maraval (Vincent Perez), Baraton (Jérôme Le Banner) y Noailles (Nicolas Giraud). Ante la incapacidad de captura, los hombres de Napoleón tomarán como rehén a Gloria y Bruc se verá obligado a desorientarlos sin perder de vista a su prometida. Juan invocará el Santuario e irá conduciendo a los supervivientes a su terreno hasta resolverse en un cuerpo a cuerpo.
A pesar de la cuidada fotografía que permite “Bruc. El desafío” para agilizar una trama lineal, no se comprende el porqué de privar al espectador de una visión más auténtica y veraz del momento de la Batalla que conforma la razón de la película. Las escasas escenas de la ofensiva que se solventa con la hazaña tamborilera se disipan con dos breves flashback y utilizando un efecto de cámara retumbante que emula el estruendo provocado por la caja instrumental. En definitiva, dilatada persecución y pobre episodio nacional.
Viajero,
para aquí,
que el francés también paró,
el que por todo pasó
no pudo pasar de aquí.
Inscripción que reza en la Estatua del Timbaler del Bruch,
(El Bruc, Cataluña).
1 comentario:
Soy de Barcelona y no tenía ni idea de esto. Increible. Me habéis animado a verla.
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